Isabel
Álvarez Fernández
¿Qué es eso
del TTIP?
TTIP son las
siglas en inglés del “Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones” que se
está negociando entre los Estados Unidos y la Unión Europea. Este tratado, que
se está fraguando a espaldas de la ciudadanía, supondrá la armonización de las
leyes entre ambas potencias comerciales, con el fin de liberalizar los mercados
financieros y crear la zona de libre comercio más grande del mundo.
Esta
armonización legislativa significará que las regulaciones políticas, sociales,
culturales, económicas y ambientales se supriman para favorecer otras leyes que
primen los beneficios de las grandes empresas por encima del bienestar y la
protección de la ciudadanía. A la orden del día estarán la privatización y la
liberalización de los servicios públicos, la merma de los derechos de las
personas e, incluso, de nuestra seguridad física y ambiental.
Además, una
cláusula de resolución de conflictos entre inversores y estados, con la que se
pretende defender a los primeros de cualquier amenaza legislativa, permitirá a
éstos denunciar, a través de tribunales comerciales, a los estados que desafíen
sus beneficios con políticas de carácter social. Por ejemplo, una ley que
impida la expropiación de las viviendas a ciudadanía en riesgo de exclusión
social, podría ser demandada por una entidad financiera cuyas inversiones se
centren en la especulación inmobiliaria.
En pocas
palabras: el TTIP destruirá el poco bienestar que le queda a la ciudadanía e impedirá
su derecho a exigir y construir una legislación fuerte que blinde su seguridad
política, social, económica, cultural y ambiental.
¿Qué
supondrá para nosotras este tratado?
Esta
destrucción de nuestros derechos, que ya viene siendo sistemática con la excusa
de la crisis, dará como resultado una mayor precarización de la sociedad y, por
consiguiente, una mayor carga de trabajo para las mujeres. No nos olvidemos de
que somos nosotras quienes ejercemos, en mayor medida, todas las tareas
relacionadas con los cuidados y la sostenibilidad de la vida.
La
desarticulación de los sistemas públicos como el de la educación, el de la
sanidad o el de los servicios sociales, así como el incremento de la
contaminación y el aniquilamiento de la naturaleza. harán que las mujeres
vuelvan a hacerse cargo, si es que en algún momento no lo hemos hecho, del
papel que el patriarcado les ha asignado, el de cuidadoras.
En
condiciones comunes, las mujeres ya sufrimos la presión de la exclusión. El 70%
de la población mundial en situación de pobreza son mujeres. Ello es debido no
sólo a la brecha salarial, el techo de cristal o a que tengamos un mayor
porcentaje de empleo a tiempo parcial; si no también, y sobre todo, a la
división sexual de trabajo -de lo cual se derivan las anteriores condiciones-,
que nos mantiene en la desigualdad y se nos impide el empoderamiento económico
necesario para poder estar en una posición justa de negociación de las reglas
del juego. El TTIP hará que estas reglas sean aún más desiguales.
El
movimiento feminista debe de estar en la primera línea de la lucha social
contra el Tratado de Libre Comercio.
Por un lado,
somos las grandes olvidadas. Cuando se habla de los grandes temas a los que
afectará en nuestro día a día un tratado como éste, en la mayoría de los casos
se invisibiliza, de manera consciente o inconsciente, que las mujeres nos vamos
a llevar la peor parte. Y no sólo las mujeres, otros colectivos sociales
minorizados, como la población inmigrante o la población con problemas de
dependencia, son habitualmente prescindibles en los debates sobre los efectos
del TTIP para la ciudadanía. Tenemos el deber de posicionarnos y de salir en la
defensa de nuestros derechos, tenemos la responsabilidad de ejercer como
sujetas sociales y políticas activas frente a este monstruo que se quiere comer
nuestra ya disminuida autonomía.
Por otro
lado, la lucha en contra del Tratado de Libre Comercio no debe de ser sólo una
defensa de lo que ya tenemos, debemos ir más allá y exigir un replanteamiento
del sistema político, social, económico, cultural y ambiental. En este sentido,
la economía feminista tiene mucho que decir, puesto que se basa principalmente
en la necesidad de reestructurar las relaciones de poder, haciéndolas
equitativas (tanto las relaciones de género como otras, como pueden ser las
interculturales o las de las personas y la naturaleza), y focalizando, de
manera multidimensional, nuestra mirada en el sostenimiento y en el ciudado de
la vida.
Cambiemos,
pues, las reglas del juego. Seamos motor de cambio, como ya hemos demostrado
ser a lo largo de la historia. ¿Nos vemos en las calles?
Autora: Isabel Álvarez Fernández, máster
en cooperación internacional para el desarrollo (esp. sostenibilidad
ambiental), activista feminista y en movimientos de solidaridad
internacionalista. Especialista en coeducación, diversidad afectivo-sexual y
promoción de la igualdad. Bloguera en http://vidadiversidadresistencia.blogspot.com.es/
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